Un grupo de caballeros lojanos se encontraba en horas de la
noche tomando en una cantina, ubicada en la calle Bolívar, cerca de la Plaza de
la Independencia de San Sebastián. Ellos escuchaban que un vehículo subía a
toda velocidad y parecía tener las ruedas de palo.
Los trasnochadores al escuchar el tremendo ruido dejaron sus
botellas y vasos para ir a observar que es lo que sucedía. Se sorprendieron al
ver un carro negro, que parecía carroza fúnebre, que estaba rodeado de velas de
colores que arrojaba una luz fosforescente. Además, un cofre mortuorio que
iluminaba al conductor que estaba vestido de negro y parecía arrojar fuego de
su rostro.
A los clientes de la cantina se les quitó hasta la
borrachera al ver tremendo espectáculo. Uno de ellos se desmayó, botaba espuma
por la boca y perdió el conocimiento. Al día siguiente la noticia se regó en el
pueblo.
Nadie ponía en tela de duda que era el diablo que venía en
su carro hasta Loja para llevarse en cuerpo y alma a los que habían muerto en
pecado mortal.
Luego de ello, se estableció una costumbre entre los lojanos
de acompañar a los difuntos durante las 24 horas del día hasta el sepelio, sin
fallar ningún solo minuto, y rezando para ahuyentar a Satanás para que no
llegara en su fatídico carro a llevarse a los muertos antes de recibir
cristiana sepultura.
Algunas personas no creían en fantasmas, peor en el diablo,
y adoptaron llamarse los liberales, quienes desafiaron a aquella creencia y se
reunieron para libar en la misma cantina de la esquina y afrontar aquel hecho
sobrenatural.
A las 19:00 estuvieron instalados en una mesa con licor,
mientras una guitarra entonaba pasillos. El silencio fue evidente cuando sonaron
las 12 campanadas de la torre de la iglesia de San Sebastián. De pronto se
escuchó el alboroto de aquel carro que hacía sonar sus ruedas de palo sobre la
calle Bolívar. Cada vez se acercaba más.
De repente el “auto del diablo” se detuvo frente a la cantina.
Vino una ráfaga de viento, abrió las puertas y apagó las velas que iluminaban
el sitio. Las ceras fueron cambiadas con aquellas que estaban dentro de la
carroza y que arrojaban una luz resplandeciente de diversos colores. La
incredulidad y valentía de los jóvenes liberales se esfumó de un momento a otro
y enseguida salieron en precipitada carrera, muy asustados, junto a los dueños
del local, en busca de un refugio.
Lo curioso del caso es que al otro día se reunió la
comunidad para dirigirse a la cantina, con el fin de inspeccionar la calidad de
velas dejadas allí la noche anterior, pero para esa hora no existía ninguna
vela, sino unos largos huesos que correspondían a un muerto.
Autoridades eclesiásticas recogieron los restos humanos,
luego de echar agua bendita sobre el sitio y en devota procesión con el pueblo
los enterraron en el cementerio. Desde aquel día no se volvió a ver ni a
escuchar sobre este famoso carruaje fúnebre.
Opinión personal: Esta leyenda es tenebrosa pero al igual que todas, me parece muy interesante.
Opinión personal: Esta leyenda es tenebrosa pero al igual que todas, me parece muy interesante.
No encontré el vídeo exacto de esta leyenda, aquí les dejo un vídeo similar.
Mis disculpas
hola
ResponderBorrarme preguntaba si puedes hacer resumen de las leyendas